León XIV: Lo decisivo no es ordenarse, sino ser verdaderamente sacerdotes
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
Con ocasión del IV centenario del Seminario Mayor Arquidiocesano “San Carlos y San Marcelo” de Trujillo, el Papa León XIV dirigió una carta llena de afecto, memoria y orientación espiritual a los seminaristas, formadores y obispos del Perú. “Damos gracias al Señor por los cuatro siglos de historia de este seminario”, escribió el Santo Padre, recordando también su propio paso por esa casa de formación, donde sirvió como profesor y director de estudios.
El Pontífice destacó que la tarea esencial del seminario sigue siendo la misma de siempre: “estar con el Señor, dejar que Él los forme, conocerlo y amarlo, para poder parecerse a Él”.
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La libertad y la pureza de intención
León XIV invitó a los seminaristas a revisar sus motivaciones más profundas, insistiendo en que el sacerdocio no puede entenderse como una meta externa o una simple promoción personal. “El sacerdocio no es una huida de lo que no se quiere enfrentar, ni un refugio ante dificultades; tampoco una promoción o un resguardo, sino un don total de la existencia”, afirmó.
Citó a san Agustín para recordar que “se es verdaderamente libre cuando no se es esclavo”, y advirtió que sólo quien se entrega desde la libertad puede vivir el ministerio como un servicio auténtico al pueblo de Dios. “Lo decisivo no es ordenarse, sino ser verdaderamente sacerdotes”, subrayó.
Oración, estudio y discernimiento continuo
El Papa explicó que la vida en el seminario es “un camino de rectificación interior”, en el que el discernimiento y la sinceridad ante Dios y los formadores son esenciales para crecer en madurez y libertad.
Recordó que el corazón del seminarista se forma en el trato personal con Jesús, a través de la oración y la escucha de la Palabra: “¡No puede hablar de Dios el que poco habla con Dios!”.
Asimismo, subrayó el valor del estudio teológico como forma de amor y de servicio: “Quien se forma para ser sacerdote no dedica tiempo a lo académico por mera erudición, sino por fidelidad a su vocación”. En este contexto, evocó las palabras de san Alberto Hurtado: “¡Especialízate en Jesucristo!”.
Eucaristía y paternidad sacerdotal
El Santo Padre puntualizó que la vida espiritual e intelectual del seminarista encuentra su plenitud en el altar, donde se aprende a ofrecer la propia vida junto con Cristo. “La Eucaristía deja de verse sólo como un rito y se convierte en el verdadero centro de la existencia”, expresó.
Desde esta unión con Cristo brota la paternidad sacerdotal: “Ser padre no es algo que se hace, sino algo que se es”, aseguró. El sacerdote, explicó, lleva en su corazón al pueblo entero, sufre con él y lo acompaña en sus luchas, transparentando así el amor del Padre.
Evitar la mediocridad y vivir en comunión
El Obispo de Roma exhortó a los seminaristas a “huir de la mediocridad” y a no dejarse atrapar por la mundanidad, el activismo, la dispersión digital o las ideologías. También advirtió sobre el riesgo de la soledad sacerdotal: “Un sacerdote aislado es vulnerable. La Iglesia necesita pastores santos que se entreguen juntos, no funcionarios solitarios”.
El Papa destacó la importancia de la fraternidad y la comunión sacerdotal como signos de una vida entregada y creíble: “Sólo así podrán ser testigos auténticos de la comunión que predican”.
“Nunca están solos en este camino”
Al concluir, el Pontífice aseguró a los seminaristas su cercanía y oración: “Tienen un lugar en el corazón del Sucesor de Pedro. El seminario es un don inmenso y exigente, pero nunca están solos en este camino”.
El Papa evocó la figura de santo Toribio de Mogrovejo e invitó a aprovechar cada día como “un tesoro irrepetible”. Finalmente, confió a todos a la protección de la Virgen María y de san José, “primeros formadores del Sumo y Eterno Sacerdote”, impartiendo de corazón su Bendición Apostólica.